En un dramático giro de los acontecimientos, Bolivia fue testigo de un intento de golpe de Estado el miércoles cuando vehículos blindados embistieron las puertas del palacio presidencial en un audaz asalto. El presidente Luis Arce, sin embargo, se mantuvo firme frente a la rebelión y rápidamente nombró a un nuevo comandante del ejército que ordenó con éxito a las tropas que se retiraran.
El tumultuoso episodio comenzó cuando vehículos blindados traspasaron las defensas del complejo gubernamental. El presidente Arce, haciendo gala de una determinación inquebrantable, nombró rápidamente un nuevo jefe del ejército que ordenó a los soldados rebeldes que se retiraran. Mientras las tropas y los vehículos militares se retiraban, cientos de partidarios de Arce irrumpieron en la plaza fuera del palacio, ondeando fervientemente banderas bolivianas, cantando el himno nacional y vitoreando a su presidente.
Dirigiéndose a la enérgica multitud, Arce expresó su gratitud y proclamó: “Gracias al pueblo boliviano. Dejemos que la democracia siga viva”. Su desafío fue recibido con un amplio apoyo, ya que incluso sus adversarios políticos se unieron en defensa de la democracia.
En una rápida secuencia de acontecimientos, el general boliviano que presuntamente orquestó la rebelión, Juan José Zúñiga, fue arrestado después de que el fiscal general iniciara una investigación. Si bien los cargos específicos en su contra siguen sin estar claros, Zúñiga hizo una afirmación sorprendente antes de su arresto, alegando que el presidente Arce le había ordenado organizar el asalto como una maniobra política. Según Zúñiga, Arce habría dicho: “La situación está muy jodida, muy crítica. Hay que preparar algo para subir mi popularidad”.
El ministro de Justicia, Iván Lima, negó con vehemencia las acusaciones de Zúñiga y afirmó que el general estaba inventando historias para justificar sus acciones. Lima enfatizó que los fiscales buscarán la pena máxima de 15 a 20 años de prisión para Zúñiga, condenando su ataque a la democracia y la Constitución.
La rebelión fue la culminación de meses de crecientes tensiones en Bolivia, donde las dificultades económicas y las crecientes protestas habían exacerbado las divisiones políticas. El presidente Arce y su antiguo aliado, el expresidente Evo Morales, se han visto envueltos en una feroz lucha por el control del partido gobernante Movimiento Al Socialismo (MAS). A pesar del aparente intento de golpe, los oponentes de Arce se unieron para defender los principios democráticos y denunciar el levantamiento.
Los bolivianos, familiarizados con el malestar político, quedaron sin embargo conmocionados por los acontecimientos del día. El país ha atravesado una agitación significativa en los últimos años, incluido el derrocamiento de Morales en 2019 en medio de una crisis política.
Durante la crisis del miércoles, vehículos militares inundaron la plaza. El general Zúñiga, antes de ingresar a palacio de gobierno, insinuó cambios inminentes: “Seguramente pronto habrá un nuevo Gabinete de Ministros; nuestro país, nuestro estado no puede seguir así”. Afirmó que el ejército tenía como objetivo “restaurar la democracia y liberar a nuestros prisioneros políticos”, aunque no llegó a declarar explícitamente un golpe de estado.
El presidente Arce enfrentó a Zúñiga en un tenso encuentro de pasillo, captado por la televisión boliviana. Arce, haciendo valer su autoridad, ordenó a Zúñiga retirar las tropas, enfatizando su papel de líder legítimo. Rodeado de sus ministros, Arce declaró: “Aquí estamos, firmes en Casa Grande, para enfrentar cualquier intento de golpe. Necesitamos que el pueblo boliviano se organice”.
Tras el enfrentamiento, Arce anunció un nuevo liderazgo militar y agradeció a la policía del país y a los aliados regionales por su apoyo. El recién nombrado jefe del ejército, José Wilson Sánchez, ordenó a todas las tropas movilizadas regresar a sus unidades, condenando como deshonrosas las acciones de los soldados rebeldes.
La rápida resolución del intento de golpe provocó una condena generalizada de los líderes regionales, incluida la Organización de Estados Americanos, el presidente chileno Gabriel Boric, el líder de Honduras y ex líderes bolivianos.
Bolivia, una nación de 12 millones de habitantes, ha experimentado crecientes protestas debido a un grave deterioro económico, pasando de una de las economías de más rápido crecimiento en América del Sur a una de las más afectadas por la crisis. La lucha interna dentro del partido gobernante MAS ha alimentado aún más la inestabilidad política a medida que el país se acerca a las elecciones de 2025.
A raíz de la agitación del miércoles, los medios locales informaron que los bolivianos se apresuraban a abastecerse de suministros esenciales, preparándose para una posible inestabilidad futura. Dirigiéndose a la multitud afuera del palacio presidencial, el vicepresidente David Choquehuanca prometió que el pueblo boliviano nunca más permitiría intentos de golpe, reafirmando el compromiso de la nación con la democracia.